viernes, 19 de abril de 2013

Misa del Papa en Santa Marta Nada de habladurías, nada de miedos



Para resolver los problemas de la vida es necesario mirar a la realidad de frente, preparados, como el portero de un equipo de fútbol, a detener el balón desde cualquier lugar que llegue. Y sin ceder al miedo o a la tentación de los lamentos, porque Jesús está siempre junto a cada hombre, incluso y sobre todo en los momentos más difíciles. Lo dijo el Papa Francisco en la misa celebrada el sábado 13 de abril por la mañana en la capilla de la Domus Sanctae Marthae.
Entre los presentes, el director de los servicios de seguridad y protección civil Domenico Giani con sus familiares, agentes del Cuerpo de la Gendarmería y de los bomberos, la madre de monseñor Alfred Xuereb y algunos discapacitados participantes en un congreso en el Vaticano.
En el pasaje de los Hechos de los apóstoles (6, 1-7), proclamado en la primera lectura, «hay una parte  —explicó el  Pontífice— de la historia de los primeros días de la Iglesia: la Iglesia crecía, aumentaba el número de los discípulos», pero «en este momento comienzan los problemas». En efecto, «los de lengua griega murmuraban contra los de lengua hebrea» porque en la asistencia cotidiana se desatendían a las viudas. «La vida —prosiguió— no es siempre tranquila y bella» y «la primera cosa que hacen es murmurar, criticar uno contra el otro: “Pero, mira, está esto…”. Pero esto no lleva a ninguna solución, no aporta solución».
En cambio «los apóstoles, con la asistencia del Espíritu, reaccionaron bien. Convocaron al grupo de los discípulos y dialogaron. Es el primer paso: cuando hay dificultades, es necesario mirarlas bien, considerarlas y hablar de ellas. Nunca esconderlas. La vida es así. La vida es necesario acogerla como se presenta, no como quisiéramos que se presente». Es «en cierto sentido —dijo el Papa Francisco recurriendo a una metáfora eficaz y apreciada por él— como el portero del equipo, ¿no?, que recibe el balón de donde venga. Esta es la realidad». Los apóstoles, por lo tanto, «hablaron entre ellos e hicieron una bella propuesta, una propuesta revolucionaria, porque dijeron: “Nosotros somos los apóstoles, los que eligió Jesús”. Pero esto no es suficiente. Se dieron cuenta de que su primer deber era la oración y el servicio de la Palabra. “Y para la asistencia cotidiana a la viudas, debemos hacer otra cosa”». Así «decidieron crear a los diáconos».
«Una decisión —agregó el Papa— un poco riesgosa para ese momento. Pero el Espíritu Santo les impulsó a hacer eso. Lo hicieron. Eligieron a los diáconos, decididos. No dijeron: “Mañana veremos, paciencia”. No, no. Tomaron la decisión y el final fue muy feliz: “Y la Palabra de Dios se difundía y el número de los discípulos en Jerusalén se multiplicaba grandemente”. Es bello. Cuando hay problemas, es necesario afrontarlos y el Señor nos ayudará a resolverlos».
De este modo, «no debemos tener miedo a los problemas. Jesús mismo dice a sus discípulos: soy yo, no tengáis miedo, soy yo. Siempre. Con las dificultades de la vida, con los problemas, con las cosas nuevas que tenemos que afrontar: el Señor está allí. Podemos equivocarnos, ciertamente, pero Él siempre está cerca y nos dice: te has equivocado, retoma el camino justo».
Un problema, dijo el Papa, no se resuelve si nos limitamos a decir «a mí no me gusta» y se comienza «a murmurar o a criticar». Y «no es una buena actitud  maquillar la vida. No, no. La vida es como es. Es la realidad. Es como Dios quiere que sea o como Dios permite que sea. Pero es como es, y debemos afrontarla como es. El Espíritu del Señor nos dará la solución a los problemas».
«También en el Evangelio —explicó el Papa comentando el pasaje de san Juan (6, 16-21)— sucede algo similar. Los discípulos estaban todos contentos porque habían visto que aquellos cinco panes no se acababan. Dieron de comer a mucha gente, a muchas personas. Se encaminaron hacia la otra orilla, con la barca, y vino un fuerte viento: el mar se agita y tienen un poco de miedo. Se encuentran en dificultad. Y el Señor va a su encuentro para ayudarles. Se asustan un poco, y Él les dice: “No tengáis miedo, soy yo”. Esa es la palabra que Jesús, siempre: en las dificultades, en los momentos de oscuridad, en los momentos donde todo es oscuro y no sabemos qué tenemos que hacer, también cuando en nuestra alma hay oscuridad. La vida es así. Hoy se presenta así, con esta oscuridad. Pero el Señor está ahí. No tengamos miedo. No tengamos miedo a las dificultades, no tengamos miedo cuando nuestro corazón está triste, sombrío. Afrontemos las cosas como se presentan, con el Espíritu  del Señor y la ayuda del Espíritu Santo. Y así vamos adelante, seguros sobre un camino justo».
El Papa Francisco concluyó la homilía con la invitación a pedir «al Señor esta gracia: no tener miedo, no maquillar la vida» para ser capaces de «acoger la vida como se presenta y buscar resolver los problemas como lo hicieron los apóstoles. Y buscar también el encuentro con Jesús que siempre está a nuestro lado, incluso en los momento más oscuros de la vida».

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