jueves, 23 de febrero de 2012

El papa Benedicto XVI lamentó hoy la existencia de una creciente "dependencia de las opiniones del mundo y de la dictadura de los medios de comunicación" e instó a no ceder y a liberarse de estas, en un encuentro mantenido en el Vaticano con párrocos y clero de la diócesis de Roma.

El papa insta a los curas a liberarse de la "dictadura" de los medios de comunicación En una intervención improvisada, centrada en el capítulo 4 de las cartas de san Pablo a los Efesios, lamento que haya crecido la "dependencia de las ondas del mundo, de las opiniones del mundo, de la dictadura de los medios de comunicación, de la opinión que todos piensan y quieren". El Pontífice subrayó, así, la necesidad de emanciparse de esa dictadura, al tiempo que hizo hincapié en la importancia de "la humildad". Benedicto XVI indicó que "la ausencia de humildad destruye la unidad", según informó Radio Vaticana. "La humildad es una virtud fundamental de la unidad y solo de este modo crece la unidad del Cuerpo de Cristo: unámonos de verdad y recibamos la riqueza y la belleza de la unidad", agregó. Asimismo, se refirió a otro de los grandes problemas que afronta la Iglesia en la actualidad, la falta de conocimiento de la fe, que el pontífice denominó como "analfabetismo religioso". "Con este analfabetismo no podemos crecer, no puede crecer la unidad. Por este motivo, nosotros mismos, debemos apropiarnos de nuevo de este contenido como riqueza de la unidad y no como un paquete de dogmas y de mandamientos, sino como una realidad única que se revela en su profundidad y belleza", explicó. Durante el encuentro, el papa abordó además la llamada al sacerdocio y aseveró que "el gran sufrimiento de la Iglesia actual en Europa y en Occidente es la falta de vocaciones sacerdotales, pero el Señor llama siempre, falta solo escuchar". Durante el encuentro Joseph Ratzinger entregó a los párrocos el texto titulado "Escogido por Dios para los hombres", publicado por Ediciones Paulinas y que incluye una presentación del cardenal vicario Agostino Valini. Un texto definido por el purpurado como "una regla de vida" fruto del Año Sacerdotal y que el Pontífice ha ofrecido a todos sacerdotes romanos para que "crezcan en la alegría de la vocación común y en la unidad del sacerdocio".

CUARESMA 2012-Extracto del "Mensaje del Papa Benedicto XVI con ocasión d...

Juan Pablo II_Vale la pena

viernes, 17 de febrero de 2012

Arzobispo de Santiago :Carta Pastoral en la Cuaresma 2012

“Velar por Dios y velar por el hombre. Volver a Dios y volver al hombre” Queridos diocesanos: La Cuaresma “es un tiempo propicio para que, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los Sacramentos, renovemos nuestro camino de fe, tanto personal como comunitaria”1, y respondamos a la llamada a la conversión que exige conformarnos con Cristo “que se entregó por nosotros como oblación y víctima de suave aroma” (Ef 5,2), despojarnos del hombre viejo con sus obras, y revestirnos del Hombre Nuevo, Cristo, que lo es todo en todos (cf. Col 3,10-11). La liturgia cuaresmal nos ayuda a recordar “al hombre tal como ha sido querido por Dios, tal como Él lo ha elegido eternamente, llamado, destinado a la gracia y a la gloria”2. “Pues bien -oráculo del Señor-, convertíos a mi de todo corazón” (Jl 2,12). La conversión recupera al hombre para la salvación y la santidad en la experiencia de la relación personal con Dios, sabiendo que sólo alcanzaremos esa conciencia humilde en la medida en que nuestra oración nos abre al conocimiento de la voluntad de Dios y nos da fuerza para cumplirla. En este sentido urge revitalizar nuestro bautismo, comprobando si las promesas bautismales tienen incidencia en nuestra vida. Nuestro drama como cristianos es terminar viviendo como quienes han renunciado a la santidad bautismal. La conversión y la santificación real son siempre un don gratuito de la iniciativa divina para lograr el encuentro personal de cada hombre con Cristo. “En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios” (2Cor 5,20). Necesitamos ser redimidos y reconciliados por Dios que ha de ser el origen y la meta, el sentido y la explicación última de nuestra existencia. Es una ofuscación espiritual no ser conscientes, tal vez adormecidos en la tibieza, de que debemos conformarnos a la voluntad de Dios, haciéndonos a la idea de que a lo sumo nos basta con el estricto cumplimiento de la abstinencia y del ayuno que la Iglesia nos indica, y manteniéndonos en la honradez convencional ante los demás. Los criterios de ver las cosas como los hombres y no como Dios nos hacen pensar que una actitud penitencial y la negación real de uno mismo no se adecuan a la condición humana. La Cuaresma nos ofrece la oportunidad de profundizar en la importancia de la Palabra de Dios, del ayuno y de la caridad para asumir nuestro compromiso cristiano. La lectura de la Sagrada Escritura es un camino privilegiado para ahondar en nuestra relación con Dios pues la luz de su Palabra nos ayuda a hacer una lectura creyente de la realidad. Así lo contemplamos en nuestro plan pastoral diocesano. Es necesario familiarizarse con la Biblia sabiendo que como escribe san Juan Crisóstomo, “ningún acto de virtud puede ser grande si de él no se sigue también provecho para los otros... Así pues, por más que te pases el día en ayunas, por más que duermas sobre el duro suelo, y comas ceniza, y suspires continuamente, si no haces bien a otros, no haces nada grande”. El ayuno es siempre importante para crecer en la libertad donde percibimos que es más feliz el que más da, porque “hay mayor alegría en dar que en recibir” (Hch 20,35), imitando el amor gratuito de Dios. El ayuno que Dios quiere es compartir nuestro pan con el hambriento, ayudando a tantas personas que están reclamando nuestra solidaridad, no sólo con lo que nos sobra sino incluso con lo que necesitamos; acompañar a los que están enfermos en su cuerpo o en su espíritu; y denunciar toda injusticia. Nuestro ayuno como gesto profético y acción eficaz, cobra sentido para que otros no ayunen a la fuerza, y acredita nuestro mensaje evangélico. “Las Sagradas Escrituras y toda la tradición cristiana enseñan que el ayuno es una gran ayuda para evitar el pecado y todo lo que induce a él (…). Puesto que el pecado y sus consecuencias nos oprimen a todos, el ayuno se nos ofrece como un medio para recuperar la amistad con el Señor”3. La caridad, “corazón de la vida cristiana”, es signo de la conversión cristiana. Nos lleva a “fijar la mirada en el otro, ante todo en Jesús, y a estar atentos los unos a los otros, a no mostrarse extraños, indiferentes a la suerte de los hermanos. Sin embargo, con frecuencia prevalece la actitud contraria: la indiferencia o el desinterés, que nacen del egoísmo, encubierto bajo la apariencia del respeto por la «esfera privada”4. Nuestra conversión no consiste en adquirir la perfección en solitario y por nuestra cuenta, sino en ser mejores hijos de Dios, mejores hermanos y amigos, en particular de quienes sufren y esperan nuestra ayuda. “El gran mandamiento del amor al prójimo exige y urge a tomar conciencia de que tenemos una responsabilidad respecto a quien, como yo, es criatura e hijo de Dios: el hecho de ser hermanos en humanidad y, en muchos casos, también en la fe, debe llevarnos a ver en el otro a un verdadero alter ego, a quien el Señor ama infinitamente”5. Por eso la caridad en cualquier tiempo y circunstancia es para el cristiano una virtud sin sustituciones posibles por muy piadosas que tales sustituciones se nos antojen o por muy razonadas que nos las presente una moral naturalista o una casuística minimizante. “Llevad los unos las cargas de los otros y así cumpliréis la ley de Cristo” (Gal 6,2), glorificando al Padre que está en los cielos (cf. Mt 5,16), y dejando que Cristo esté en nuestro corazón y dinamice la historia. Que en oración con María, la Cuaresma sea un camino de esperanza, al disponernos a celebrar la mayor fiesta del año, la Pascua, que trae la alegría que nunca termina: Jesús está vivo y nos ha reconciliado. Haciendo este itinerario con vosotros, os saluda con todo afecto y bendice en el Señor, + Julián Barrio Barrio, Arzobispo de Santiago de Compostela

jueves, 16 de febrero de 2012

martes, 14 de febrero de 2012

viernes, 10 de febrero de 2012

Misa Papal en la JMJ Madrid 2011 *** Gloria

VIAJE A OURENSE. SABADO 11 DE FEBRERO A LAS 10 AM

Mañana a las 10 am saldremos hacia Ourense las Parroquias de: franza y San Juan h. Haremos un alto en el camino y comeremos en el centro de Ourense a la una y media. Después cada uno se distribuirá el tiempo para poder acercarse a la Catedral y poder asistir a la Ordenación Episcopal y toma de posesión de D. Leonardo Lemos Montanet. Saldremos de Maniños, el Seijo (parada de autobús), Franza (delante del Colegioa) y en la Parada del bus de Ares. se ruega Puntualidad. El horario siguiente se anunciará en el mismo autobús, que será la hora de vuelta, que no será antes de las 8 pm. pues la celebración dura entorno a dos horas y media, o un poco mas.

miércoles, 8 de febrero de 2012

"Los sacerdotes no deben concurrir a las elecciones como candidatos" :: Diócesis :: Religión Digital

"Los sacerdotes no deben concurrir a las elecciones como candidatos" :: Diócesis :: Religión Digital

LEONARDO LEMOS MONTANET - OBISPO ELECTO DE OURENSE “La población rural dejará de existir el día en que la iglesia no esté presente”

Autor: JOSÉ CARLOS FERNÁNDEZ OTERO - OURENSE - 06-02-2012 Su nombramiento fue hecho público a mediados de diciembre pero, creemos que, con prudente criterio, ha pospuesto las entrevistas hasta ahora que es inminente su toma de posesión. En este tiempo, nos dice, se ha ocupado de conocer mejor la diócesis que va a dirigir desde ahora. Don Leonardo Lemos Montanet será, a partir del día 11, el nuevo obispo de Ourense, el que ocupará el número 103 en el episcopologio de la iglesia de San Martín. Lemos Montanet, a las puertas del Seminario menor de Santiago (Foto: VICENTE PERNÍA) Por fin después de casi dos años, Ourense tiene nuevo obispo… Sí, el período de “sede vacante” ha sido especialmente largo. Pero sinceramente creo que las instancias que intervienen en el proceso de la designación de un obispo no estuvieron ociosas. La Providencia siempre nos desconcierta y, sin ninguna duda, hace que los planes de Dios se realicen en el tiempo oportuno. En la situación actual por la que atraviesa la Iglesia, ¿le costó aceptar? Sí, tuve miedo. Pero ante la designación del Santo Padre, acepté, como siempre lo he hecho en mis treinta y dos años de ejercicio sacerdotal. Cuando me ordenaron prometí obediencia a mis superiores y ha habido ocasiones en las que no fue fácil, y me ha costado lágrimas, pero obedecí y allí donde me pusieron me entregué de cuerpo y alma. Es lo que el Señor nos pide a los que hemos sido premiados con la vocación sacerdotal. Ante ese gran “don” todo lo demás pierde su importancia. En esta ocasión al salir de la Nunciatura ya había dado mi sí a la designación del Papa. ¿Cree que la situación por la que atraviesa la Iglesia es tan mala como algunos dicen? La Iglesia guarda en sí entrañas de eternidad; es verdad que se va desplegando en la historia, en medio de luces y sombras y la situación actual ni es mejor ni peor que en otros momentos de su historia, es diferente, porque también lo somos nosotros. ¿Cuál cree que es el problema fundamental de la Iglesia actual? No es tanto el problema de la Iglesia, sino de aquellos que la formamos. Si pudiera sintetizarlo en una sola palabra diría: fidelidad. Es la dificultad con la que nos encontramos en el seno de la Iglesia, nos falta fidelidad, en especial en aquellos que somos el rostro vivo de esta gran familia. Esa fidelidad tiene muchos matices pero de manera especial es en lo cotidiano en donde se percibe la falta de adecuación entre lo que somos y cómo vivimos. El Papa, con frecuencia, nos ha puesto como ejemplo a los santos. Que un obispo venga de fuera de la diócesis dicen algunos que tiene la ventaja de ver las cosas desde un ángulo más objetivo. No creo que en la designación de un obispo se busque sólo la objetividad de la acción pastoral y pienso que ésta no depende de si un obispo es elegido del Presbiterio de esa Iglesia particular o de la vecina. En Ourense hay magníficos sacerdotes, muy preparados, que pudieran realizar el ministerio episcopal de forma satisfactoria; sin embargo, en el nombramiento de un obispo hay un componente de gracia que no puede escapársenos. Yo lo he experimentado y experimento en mi historia. Pensar de otro modo pudiera ser legítimo; sin embargo, creo que el Espíritu se mueve de acuerdo con otros parámetros que sólo podemos intuir desde la perspectiva de la fe. Cuando repasamos la historia multisecular de la Diócesis de Ourense y sus pastores nos damos cuenta de esto. No se trata de cálculos, ni de estrategias, ni siquiera de oportunismos políticos; toda designación es don de Dios, como lo es la vocación sacerdotal. ¡Cuántos de mis compañeros del Instituto de Ferrol eran mejores que yo en todo! y sin embargo, el Señor me eligió a mí para el ministerio sacerdotal, sin méritos propios; lo mismo que en este momento me ha elegido para esta Iglesia particular, sin haberlo solicitado, ni opositado, ni siquiera me ha pasado por mi mente la posibilidad de llegar a ser obispo. Llega a una diócesis eminentemente rural con una despoblación grande… Ourense no es una excepción en Galicia. He tenido que estudiar la geografía e historia de esta Iglesia, y creo que no hay una especial diferencia con respecto a las otras diócesis salvando una serie de matices. Por otra parte, no se olvide que la ciudad de Ourense es la tercera en población de esta Autonomía, posee núcleos de población y una serie de pueblos y villas que le confieren fisonomía especial. Es verdad que hay zonas rurales muy despobladas pero la Iglesia debe estar presente en ellas; y el día en que a través de sus sacerdotes o de los agentes de pastoral deje de estar presente, dejarán de existir. Por fidelidad a los hombres y mujeres de esta tierra, aunque sean pocos, y todos ellos ancianos, la Iglesia tiene que estar presente porque en ellos descubre el rostro de Jesucristo. ¿Tiene conocimiento de los problemas de la diócesis? He mantenido una serie de contactos, tanto con el administrador apostólico, como con los vicarios de la diócesis, con el fin de preparar la ordenación episcopal. Y a través de los medios de comunicación estoy al tanto de los problemas del que ya siento como mi pueblo. Por otra parte, me han escrito y llamado sacerdotes y laicos informándome de sus preocupaciones. Por formación y, sobre todo, por los años de experiencia docente en el ámbito de las disciplinas filosóficas, tiendo a ser analítico en los problemas, procuro no escaparme de ellos; sin embargo, estoy convencido de que el obispo, como pastor, debe buscar y ayudar a las personas que son el verdadero rostro de los problemas, a ellas hay que ayudar. De manera especial no soy ajeno al problema del paro, también lo sufro en mi propia familia. Ese creo que es hoy el principal problema que, a pesar de nuestra impotencia, desearíamos solucionar. Existe un cierto malestar por la brevedad de los pontificados anteriores que hacen concebir la idea de que es una diócesis “de paso”. Soy consciente de esta situación. También es verdad que ha habido largos y fecundos pontificados. No creo que ninguno de mis predecesores haya venido a la Diócesis de Ourense con ánimo de hacer “carriera”; a algunos de los últimos obispos los he conocido desde mis años de Seminario y de joven sacerdote. Estoy seguro de que ellos vinieron a esta Diócesis obedeciendo. Y cuando la Iglesia les ha pedido otro servicio, también han obedecido. Las circunstancias históricas en Ourense, en los últimos lustros ha generado un desconcierto que, gracias a Dios, se ha transformado en los dos últimos años en una “serena espera”. Las nuevas pobrezas están en el entramado social hoy en día ¿es el momento de Cáritas en la Iglesia? Son muchas las pobrezas que hoy afectan al ser humano. Con frecuencia nos centramos sólo en la de índole económica y es normal que así sea porque genera muchos desajustes graves en las personas. Pero hay que ir a la raíz de esas pobrezas. Benedicto XVI ha diagnosticado que el fundamento de esta crisis es de valores. Por eso es el momento de solidaridad y fraternidad. No podemos quedarnos en la periferia de los problemas y mucho menos ideologizarlos para convertirlos en armas arrojadizas contra nuestros supuestos “rivales”. Es momento de remar todos en la misma dirección, a la Iglesia le interesa la persona concreta, con un rostro y situación determinados. Las utopías están bien en lo especulativo e ideológico. En lo concreto y existencial es en donde debemos comprometernos para generar otra ciudad y otro estilo de ciudadano. ¿Es el momento de Cáritas? En donde exista una persona que sufra o padezca necesidades, es el momento de Cáritas. Cáritas funciona de acuerdo con el ritmo de los planes de Dios, no se olvide que “Deus Cáritas est”, Dios es Caridad, es Amor, y sus planes, proyectos y acciones superan el horizonte concreto. La organización diocesana, distribución del clero y estructura parroquial en un momento de despoblación creciente. ¿Ha pasado aquella división? La Iglesia se hace carne en el corazón de sus hijos, de ahí su perenne juventud. En cada momento las circunstancias hacen cambiar métodos, proyectos pastorales y también la distribución del clero y de las parroquias. ¡No es nada nuevo! Basta con que nos asomemos a la historia de la Iglesia en Galicia y en Ourense a lo largo de los últimos cien años. Estoy convencido de que cada momento necesita una nueva organización humana y acogedora. La Iglesia no se funda ni en la rentabilidad ni en la eficacia avalada por números y resultados efectivos. Siempre la Iglesia ha elaborado proyectos pastorales adecuados para momentos concretos en los que le ha tocado de vivir y encarnar el Evangelio. No nos deben asustar los retos con los que nos encontremos; debemos luchar ilusionadamente por acertar con los más adecuados para mejor servir el mensaje de la Buena Nueva. Ese Mensaje no es una “mercancía” que se devalúa de acuerdo con los cambios de criterios del entorno. Ofrecemos la Vida y la Doctrina de Jesucristo, y esta realidad es la que funda e