domingo, 3 de enero de 2010

OTRAS “NOTICIAS” QUE, COMO CRISTIANOS, TAMBIÉN NOS AFECTAN




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Amigos lectores de “Igrexa en Bezoucos”, permitidme que en esta ocasión comience mi comentario en esta página de “noticias” con una que probablemente ya conocéis, y que a mí personalmente me ha llamado tremendamente la atención y a su vez me aclara la poca importancia que para algunos sectores de nuestra sociedad puede llegar a tener la propia vida de los seres humanos. Me refiero a la aprobación en el Parlamento catalán de la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) que presentaron con el apoyo de 180.000 firmas y que les permitirá debatir en la cámara la abolición de las corridas de toros en Cataluña.
No puedo opinar ni a favor ni en contra de esta fiesta, porque poco o nada sé sobre la misma. Lo que realmente me llamó la atención fue el poder comprobar a través de las imágenes de la TV las risas, los abrazos de alegría y las lágrimas de emoción de los que defendían la abolición, al tiempo que lo justificaban “por el sin sentido de mantener un espectáculo de una crueldad extrema que tiene como objetivo matar un animal”. Y en ese preciso instante vinieron a mi pensamiento la triste realidad de tantas y tantas criaturas indefensas que tienen su derecho a nacer, siguiendo la Ley de Dios; pero que nosotros, “los más fuertes y poderosos”, no les permitimos formar parte de este mundo, pues ya las matamos antes de que nazcan (¿esto no es una crueldad?)… amparándonos -eso sí- en una ley intrínsicamente injusta inventada por los hombres; aunque ello obedezca a una “materia objeto de regulación legislativa”, o como también suelen decir: a una “decisión soberana del parlamento”.
El anterior Papa Juan Pablo II, en su Encíclica Evangelium Vitae, 58, revestido de la autoridad conferida por Cristo a Pedro y a sus Sucesores, declaró “que la eliminación directa y voluntaria de un ser humano inocente es siempre gravemente inmoral”. Por consiguiente, no nos extrañe que los obispos nos recuerden con frecuencia que, para la Iglesia, el aborto es un pecado grave.
Todo lo anterior me da pié para relatar, aunque sea de forma reducida, la historia real de un joven conductor de 37 años y que ya lleva más de veinticinco por una de las calles de Madrid vendiendo kleenex, y no es que sea viejo, aunque sus ojos digan que sí. Pero es que han sido veinticinco años de inviernos lacerantes, de veranos asfixiantes, de primaveras de tregua-trampa, de otoños tristes, apagados. De escasez de clientela. Y ahí está el hombre siempre amable, siempre alegre, siempre agradecido, como si el que lo pasara mal fueras tú, ahí en tu coche, con la calefacción o el aire acondicionado, que tienes que hacer el esfuerzo de abrir la ventanilla para darle un par de euros por los kleenex.
Tuvo una época que fue muy dura, pues el hombre, como otros muchos, anduvo bastante “descarrilado” como él dice. Y cayó al pozo de la heroína, durmiendo en la calle, al frío y entre cartones. Entraba y salía de la droga año sí, año también; demacrado en las rachas malas, hinchado en las de metadona, que no eran rachas buenas, aunque sí mejores. “Se notaba también en la gente. Cuando estaba en la droga, me daban menos. Para que se lo lleve el camello, pensarían, ni le doy. Fue muy jodido”.
Luego conoció a una joven, y claro, se engancharon el uno al otro. Instalados en el cutre refugio de cartones, plásticos, palets, luz “prestada” del tendido eléctrico y un hornillo que además de cocina era un peligro, pasaron los últimos años de indigencia. Pero ahora, anda bastante encarrilado, porque tiene un buen destino al que llegar: una hija. En una sociedad en la que la vida de un niño no nacido vale tan poco como un capricho adolescente y menos que un toro, esta pareja, a pesar de sus circunstancias personales, ha decidido tirar para adelante. “Ahora me veo muy centrado. Todo por la niña”.
Empezando por la “clientela”, siguiendo por el párroco y sus colaboradores, y terminando por su suegra, que les ayuda a conseguir un piso de alquiler barato junto al suyo, han dejado atrás el frágil y miserable chamizo de cartones que ha sido su “hogar” durante años. Demasiados años.
“Todos nos merecemos celebrar la Navidad” sentenció este joven hace un año. Y esta Navidad, tanto él como su compañera celebraron la Nochebuena entre paredes de verdad; y cenaron caliente, sobre una mesa de verdad, en familia; y durmieron en una cama de verdad, y a su lado una cuna rosa y una niña agradecida por haber nacido, la cual les recordará que quien tiene un porqué para vivir puede enfrentarse a todos los cómos. Y esta sería la buena “noticia”, pues los tres se lo merecen.
¿No os parece que tras la valiente y generosa decisión de traer a su hija a este mundo, el Niño Emmanuel (Dios-con-nosotros) que ha nacido para darnos el Amor y la Paz, les ha ayudado a ver la luz del terrible “túnel” en el que estaban metidos? Yo estoy absolutamente convencido que sí.
Manel.

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