PAPA FRANCISCO EN TWEETER
Papa Francisco @Pontifex_es 13h
Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia, dice Jesús. Esta es la verdadera riqueza, no la riqueza material.
Papa Francisco @Pontifex_es 7 may
No nos contentemos con una vida cristiana mediocre. Caminen con decisión hacia la santidad.
Papa Francisco @Pontifex_es 6 may
Pidamos al Señor que toda nuestra vida cristiana sea un testimonio luminoso de su misericordia y su amor.
Papa Francisco @Pontifex_es 5 may
Cada cristiano es misionero en la medida que da testimonio del amor de Dios. ¡Sean misioneros de la ternura de Dios!
Papa Francisco @Pontifex_es 4 may
Pidamos a la Virgen María que nos enseñe a afrontar con fe las actividades de cada día, abriendo cada vez más nuestra vida al Señor.
Papa Francisco @Pontifex_es 3 may
Sería hermoso, en este mes de mayo, recitar juntos, en familia, el Santo Rosario. La oración fortalece la vida familiar.
Papa Francisco @Pontifex_es 2 may
Pienso mucho en quienes están sin empleo, frecuentemente a causa de una mentalidad egoísta, que busca el beneficio a toda costa.
Papa Francisco @Pontifex_es 1 may
Queridos jóvenes, aprended de san José que, pese a pasar por dificultades, nunca perdió la confianza en Dios, y así las superó.
Papa Francisco @Pontifex_es 30 abr
¡Confiemos en la acción de Dios! Con Él podemos hacer grandes cosas y sentiremos el gozo de ser sus discípulos.
Papa Francisco @Pontifex_es 29 abr
Qué hermoso sería si cada noche pudiéramos decir: Hoy he realizado un gesto de amor hacia los demás.
Papa Francisco @Pontifex_es 28 abr
El Espíritu Santo verdaderamente nos transforma y cuenta con nosotros para transformar el mundo en que vivimos.
Papa Francisco @Pontifex_es 26 abr
Queridos jóvenes, no enterréis vuestros talentos, los dones que Dios os ha regalado. No tengáis miedo de soñar cosas grandes.
Papa Francisco @Pontifex_es 24 abr
En este período de crisis es muy importante no encerrarse en uno mismo. Es necesario abrirse, tener detalles con los demás.
Papa Francisco @Pontifex_es 24 abr
Mantengamos viva nuestra fe con la oración y los sacramentos. Atención: No nos olvidemos de Dios.
Papa Francisco @Pontifex_es 22 abr
María es la mujer del «sí». María, ayúdanos a conocer cada vez mejor la voz de Jesús, y a seguirla.
Papa Francisco @Pontifex_es 22 abr
Cada uno de nosotros guarda en el corazón el anhelo del amor, la belleza, la vida... Y Jesús es todo esto en plenitud.
Papa Francisco @Pontifex_es 21 abr
«Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco». ¡La voz de Jesús es única! Él nos guía por el camino de la vida.
Papa Francisco @Pontifex_es 17 abr
Entrar en la gloria de Dios exige la fidelidad diaria a su voluntad, incluso aunque haya que sacrificarse.
Papa Francisco @Pontifex_es 17 abr
La Ascensión de Jesús al cielo no indica su ausencia, sino que Él vive entre nosotros de un modo nuevo. Está cerca de cada uno de nosotros.
Papa Francisco @Pontifex_es 14 abr
Adorar a Dios es aprender a estar con Él, ponerlo en el centro de la vida y despojarnos de nuestros ídolos escondidos.
Papa Francisco @Pontifex_es 14 abr
Recordémoslo bien todos: no se puede anunciar el Evangelio de Jesús sin el testimonio concreto de vida.
Papa Francisco @Pontifex_es 10 abr
Si nos comportamos como hijos de Dios, sintiéndonos amados por Él, nuestra vida será nueva, colmada de serenidad y gozo.
Papa Francisco @Pontifex_es 10 abr
Ser cristianos no se reduce a seguir los mandamientos, sino a dejar que Cristo tome posesión de nuestra vida y la transforme.
MES DE MAYO, MES DE MARÍA, EN EL AÑO DE LA FE (9). María predestinada para ser Madre de Dios, hace su acto de fe libremente
INVOCACIONES INICIALES
Te saludamos, María, Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo, Esposa de Dios Espíritu Santo. Tú eres templo y sagrario de la Santísima Trinidad. ¡Bendita tú que has creído! Avemaría.
Te saludamos, María, Virgen antes, durante y después del parto, siempre santa e inmaculada, Madre de Jesús, el Hijo de Dios, y Madre de todos los hombres. ¡Bendita tú que has creído!Avemaría.
Te saludamos, María, Reina de cielos y tierra, Reina y Madre nuestra, Corredentora y Mediadora de todas las gracias. ¡Bendita tú que has creído! Avemaría.
BREVE REFLEXIÓN.
Lo que la fe católica cree acerca de María se funda en lo que cree acerca de Cristo, pero lo que enseña sobre María ilumina a su vez la fe en Cristo.
"Dios envió a su Hijo" (Ga 4, 4), pero para "formarle un cuerpo" (cf. Hb 10, 5) quiso la libre cooperación de una criatura. Para eso desde toda la eternidad, Dios escogió para ser la Madre de su Hijo a una hija de Israel, una joven judía de Nazaret en Galilea, a "una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María" (Lc 1, 26-27): «El Padre de las misericordias quiso que el consentimiento de la que estaba predestinada a ser la Madre precediera a la Encarnación para que, así como una mujer contribuyó a la muerte, así también otra mujer contribuyera a la vida» (LG 56; cf. 61).
A lo largo de toda la Antigua Alianza, la misión de María fue preparada por la misión de algunas santas mujeres. Al principio de todo está Eva: a pesar de su desobediencia, recibe la promesa de una descendencia que será vencedora del Maligno (cf. Gn 3, 15) y la de ser la madre de todos los vivientes (cf. Gn 3, 20). En virtud de esta promesa, Sara concibe un hijo a pesar de su edad avanzada (cf. Gn 18, 10-14; 21,1-2). Contra toda expectativa humana, Dios escoge lo que era tenido por impotente y débil (cf. 1 Co 1, 27) para mostrar la fidelidad a su promesa: Ana, la madre de Samuel (cf. 1 S 1), Débora, Rut, Judit, y Ester, y muchas otras mujeres. María "sobresale entre los humildes y los pobres del Señor, que esperan de él con confianza la salvación y la acogen. Finalmente, con ella, excelsa Hija de Sión, después de la larga espera de la promesa, se cumple el plazo y se inaugura el nuevo plan de salvación" (LG 55).
Catecismo de la Iglesia Católica, 487-489
ORACIÓN FINAL
De la imitación de María, Tomas de Kempis
Dulcísima María, es inconveniente que yo, polvo y ceniza, mejor dicho más vil que el polvo por ser pecador y muy propenso a toda perversidad, me atreva a detenerme para considerar tu belleza y tu magnificencia. Tú, en cambio, encumbrada sobre el cielo, tienes el mundo bajo los pies y eres digna de honor y reverencia por el honor de tu Hijo. Tu inefable bondad, que sobrepasa toda imaginación, con frecuencia me fascina y atrae mi afecto, porque eres el consuelo de los afligidos y estás siempre dispuesta a socorrer a los miserables pecadores.
¡LA CONSAGRADA ES MADRE, DEBE SER MADRE, Y NO UNA SOLTERONA!
Discurso del Papa Francisco a la Plenaria de la Unión Internacional de Superioras Generales
Señor Cardenal, Venerado y querido hermano en el episcopado, queridas hermanas:
Me alegra reunirme hoy con vosotras y deseo saludaros a cada una, dándoos las gracias por lo que hacéis para que la vida consagrada sea siempre una luz en el camino de la Iglesia. Queridas hermanas: Antes de todo doy las gracias al querido hermano Cardenal João Braz de Aviz por las palabras que me ha dirigido; me complace también contar con la presencia del Secretario de la Congregación. El tema de vuestro Congreso me parece particularmente importante para la tarea que os ha sido encomendada: «El servicio de la autoridad según el Evangelio». A la luz de esta expresión quisiera proponeros tres sencillas reflexiones, que dejo a vuestra profundización personal y comunitaria.
Adorar al Señor y servir a los demás
1 Jesús, en la Última Cena, se dirige a los Apóstoles con estas palabras: «No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido» (Jn 15, 16), que nos recuerdan a todos –y no solo a nosotros los sacerdotes– que la vocación es siempre una iniciativa de Dios. Es Cristo quien os llamó a seguirlo en la vida consagrada, y esto significa realizar continuamente un «éxodo» de vosotras mismas para centrar vuestra existencia en Cristo y en su Evangelio, en la voluntad de Dios, despojándoos de vuestros proyectos, para poder decir con San Pablo: «Vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí» (Gal 2, 20). Este «éxodo» de uno mismo significa emprender un camino de adoración y de servicio. Un éxodo que nos lleva a un camino de adoración del Señor y de servicio a él en nuestros hermanos y hermanas. Adorar y servir: dos actitudes que no pueden separarse, sino que deben ir siempre juntas. Adorar al Señor y servir a los demás, no guardando nada para sí: este es el «despojamiento» de quien ejerce la autoridad. Vivid y recordad siempre la centralidad de Cristo, la identidad evangélica de la vida consagrada. Ayudad a vuestras comunidades a vivir el «éxodo» de sí en un camino de adoración y de servicio, ante todo a través de los tres ejes de vuestra existencia.
Los tres ejes de la Vida Consagrada
La obediencia como escucha de la voluntad de Dios, en la moción interior del Espíritu Santo autentificada por la Iglesia, aceptando que la obediencia pase también por mediaciones humanas. Recordad que la relación autoridad-obediencia se sitúa en el contexto más amplio del misterio de la Iglesia y constituye una realización particular de su función mediadora
La pobreza como superación de todo egoísmo, en la lógica del Evangelio, que enseña a confiar en la Providencia de Dios. Pobreza como indicación a toda la Iglesia de que no somos nosotros quienes construimos el Reino de Dios, de que no son los medios humanos los que lo hacen crecer, sino que es primariamente el poder, la gracia del Señor, que actúa a través de nuestra debilidad: «Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad», afirma el Apóstol de las Gentes (2 Cor 12, 9). Pobreza que enseña la solidaridad, el compartir y la caridad, y que se expresa también a través de una sobriedad y alegría de lo esencial, para precaverse contra los ídolos materiales que ensombrecen el sentido auténtico de la vida. Pobreza que se aprende con los humildes, los pobres, los enfermos y cuantos se encuentran en las periferias existenciales de la vida. La pobreza teórica no nos sirve. La pobreza se aprende tocando la carne de Cristo pobre en los humildes, en los pobres, en los enfermos, en los niños.
Y después la castidad como carisma precioso, que amplía la libertad del don a Dios y a los demás, con la ternura, la misericordia y la cercanía de Cristo. La castidad por el Reino de los Cielos muestra que la afectividad tiene su lugar en una libertad madura y se convierte en signo del mundo futuro, para que resplandezca siempre la primacía de Dios. Pero –por favor–, una castidad «fecunda», una castidad que engendre hijos espirituales en la Iglesia. ¡La consagrada es madre, debe ser madre, y no una «solterona»! Perdonad que hable así, ¡pero es importante esta maternidad de la vida consagrada, esta fecundidad! Que esta alegría de la fecundidad espiritual anime vuestra existencia; sed madres, como figura de María Madre y de la Iglesia Madre. No se puede comprender a María sin su maternidad; no se puede comprender a la Iglesia sin su maternidad, y vosotras sois icono de María y de la Iglesia.
El poder verdadero es el servicio
2 Un segundo elemento que quisiera subrayar en el ejercicio de la autoridad es el servicio: nunca debemos olvidar que el poder verdadero, en todos los niveles, es el servicio, que tiene su cumbre luminosa en la cruz. Benedicto XVI, con gran sabiduría, ha recordado varias veces a la Iglesia que, si para el hombre a menudo la autoridad es sinónimo de posesión, de dominio, de éxito, para Dios la autoridad es siempre sinónimo de servicio, de humildad, de amor; significa entrar en la lógica de Jesús, que se inclina para lavar los pies de los Apóstoles (cf. Ángelus, 29-1-12) y que dice a sus discípulos: «Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan [...]. No será así entre vosotros –precisamente el lema de vuestra Asamblea: “No será así entre vosotros”–: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo» (Mt 20, 25-27).Pensemos en el daño que ocasionan al Pueblo de Dios los hombres y las mujeres de Iglesia arribistas, «trepas», que «utilizan» al pueblo, a la Iglesia, a sus hermanos y hermanas –ellos, que deberían servir– como trampolín para sus intereses y ambiciones personales. Estos hacen un gran daño a la Iglesia.
Sabed ejercer siempre la autoridad acompañando, comprendiendo, ayudando, amando; abrazando a todos y a todas, y especialmente a las personas que se sienten solas, excluidas, áridas, en las periferias existenciales del corazón humano. Mantengamos la mirada puesta en la cruz: ahí se sitúa toda autoridad en la Iglesia, donde Aquel que es el Señor se convierte en siervo hasta la entrega total de sí.
Es una dicotomía absurda pensar en vivir con Jesús sin la Iglesia
3 Por último, la eclesialidad como una de las dimensiones constitutivas de la vida consagrada, dimensión que hay que recuperar y profundizar constantemente en la vida. Vuestra vocación es un carisma fundamental para el camino de la Iglesia, y no es posible que una consagrada y un consagrado no «sientan» con la Iglesia. Un «sentir» con la Iglesia, que nos engendró en el bautismo; un «sentir» con la iglesia que tiene una expresión filial en la fidelidad al Magisterio, en la comunión con los pastores y con el Sucesor de Pedro, Obispo de Roma, signo visible de la unidad. Para todo cristiano, el anuncio y el testimonio del Evangelio nunca son un hecho aislado. Esto es importante: para todo cristiano, el anuncio y el testimonio del Evangelio nunca son un hecho aislado o de grupo, y ningún evangelizador actúa, como muy bien recordaba Pablo VI, «por inspiración personal, sino en unión con la misión de la Iglesia y en su nombre» (Exhort. Ap. Evangelii nuntiandi, n. 60). Y proseguía Pablo VI: es una dicotomía absurda pensar en vivir con Jesús sin la Iglesia, en seguir a Jesús fuera de la Iglesia, en amar a Jesús sin amar a la Iglesia . Sentid la responsabilidad que tenéis de cuidar la formación de vuestros institutos en la sana doctrina de la Iglesia, en el amor a la Iglesia y en el espíritu eclesial.
En resumidas cuentas: centralidad de Cristo y de su Evangelio, autoridad como servicio de amor, «sentir» en y con la Madre Iglesia. Tres indicaciones que deseo dejaros, y a las que, una vez más, uno mi gratitud por vuestra labor, no siempre fácil. ¿Qué sería la Iglesia sin vosotras? ¡Le faltaría maternidad, afecto, ternura, intuición de madre!
Queridas hermanas: Tened la seguridad de que os sigo con afecto. Yo rezo por vosotras, pero vosotras también rezad por mí. Saludad de mi parte a vuestras comunidades, sobre todo a vuestras hermanas enfermas y a las jóvenes. A todas las aliento a seguir con parresía y con alegría el Evangelio de Cristo. Estad alegres, porque es bonito seguir a Jesús, es bonito convertirse en icono viviente de la Virgen y de nuestra Santa Madre Iglesia jerárquica.
Gracias.
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