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Es una de las advertencias de los obispos en su documento para coordinar a la familia, la parroquia y la escuela en la transmisión de la fe |
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"Quienes trabajan en la catequesis con los niños y los jóvenes destacan la dificultad que encuentran para contribuir eficazmente con estos procesos a la deseada iniciación cristiana. Muchas veces, en el origen de esta dificultad está la relación entre dichos procesos y la celebración de los sacramentos. La Iglesia celebra los sacramentos que suponen, expresan y acrecientan la fe y, en consecuencia, un serio proceso de formación y preparación, mientras que muchos de los convocados desean el rito sacramental principalmente por su relieve social. Este desajuste entre la propuesta de la Iglesia y el deseo de muchos candidatos constituye un serio problema pastoral".
Ésta es una de las reflexiones de los obispos españoles (especialmente oportuna ahora que estamos en tiempo de Primeras Comuniones) en el documento que ha dado a conocer la Conferencia Episcopal con sus Orientaciones pastorales para la coordinación de la familia, la parroquia y la escuela en la transmisión de la fe.
La emergencia educativa El texto, elaborado por la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis que preside Casimiro López Llorente, obispo de Castellón, recibió el visto bueno definitivo el pasado 25 de febrero en la última Comisión Permanente y fue dado a conocer este lunes.
El documento acoge las orientaciones de Benedicto XVI sobre la “emergencia educativa” y busca "ayudar a los padres de familia en su difícil y hermosa responsabilidad de educar a sus hijos; a los sacerdotes y catequistas en las parroquias en la paciente y apasionante misión de iniciar en la fe a las nuevas generaciones de cristianos; así como a los profesores de religión en los centros de enseñanza, estatales y de iniciativa social, católicos o civiles, preocupados y entregados a la noble tarea de formación de niños y jóvenes”.
El cambio de mentalidad social El primer capítulo comienza analizando los distintos factores que hoy “son signo y causa de un radical cambio de mentalidad respecto al valor de lo recibido por herencia y tradición” (dispersión, fragmentación de la persona, modelos de referencia poco consistentes, etc.). Todo ello ha repercutido de manera significativa en los lugares de transmisión de la fe: familia, escuela, ambiente, e incluso, en grupos de identidad eclesial. “Más allá de la resignación, el lamento, el repliegue o el miedo, los Papas alientan a la Iglesia a revitalizar su propio cuerpo, poniendo en el centro a Jesucristo, el encuentro con él y la luz y la fuerza del Evangelio”.
“Estamos persuadidos", subrayan los obispos, de que "los niños, adolescentes y jóvenes poseen un gran depósito de bondad, de verdad y de belleza que los antivalores reseñados no pueden ocultar ni destruir. De hecho se advierte una sed generalizada de certezas, de valores y de objetivos elevados que orienten la propia vida”.
La escuela: una exigencia de comunión eclesial Los obispos recuerdan el papel especial e insustituible que los laicos cristianos tienen en la comunicación de la fe, así como la importancia de que el empeño educativo se realice en comunión al servicio de la misión.
En particular, la escuela católica “debe ser un referente educativo no solo en su acción formativa, sino en el testimonio de las personas consagradas y profesores cristianos laicos. Este testimonio solo será eficiente si se realiza dentro de la espiritualidad de comunión eclesial”.
Iglesia doméstica Con la clásica caracterización de la familia como "iglesia doméstica", los obispos animan a los padres como "principales y primeros educadores... La iniciación en la fe cristiana es recibida por los hijos como la transmisión de un tesoro que sus padres les entregan, y de un misterio que progresivamente van reconociendo como suyo y muy valioso. Los padres son maestros porque son testimonio vivo de un amor que busca siempre lo mejor para sus hijos, fiel reflejo del amor que Dios siente por ellos”.
Como “iglesia doméstica” que es, la función educadora de la familia no se queda en el testimonio, de por sí imprescindible, sino también en la presentación de los contenidos de la fe, adecuados a la edad de los hijos, y en ser el marco propicio donde se descubran, asuman y practiquen las virtudes cristianas, más aún en un ambiente social desfavorable.
Una visión global del mundo y de la vida La enseñanza cristiana debe presentar el mensaje cristiano "en sus elementos fundamentales, en forma de síntesis orgánica y explicitada de modo que entre en diálogo con la cultura y las ciencias humanas, a fin de procurar al alumno una visión cristiana del hombre, de la historia y del mundo, y abrirle desde ella a los problemas del sentido último de la vida”.
La religión no es solo una realidad interior, aunque esto para el creyente sea lo decisivo; la religión ha sido a lo largo de la historia, como lo es en el momento actual, un elemento integrante del entramado social humano y un ineludible hecho cultural. “Por ello, los contenidos fundamentales de la religión dan claves de interpretación de las civilizaciones. Y si la religión es un hecho cultural importante que subyace en el seno de nuestra sociedad, es evidente que su incorporación a la escuela enriquece y es parte importante del bagaje cultural del alumno”, afirma el texto.
Frente a algunas voces que cuestionan la presencia de la religión en la escuela, en el texto se ofrecen algunos motivos que autorizan su presencia, como son por ejemplo el hecho de que sea necesaria para “comprender la civilización europea en la que estamos sumergidos”, el que esta enseñanza, bien realizada, “favorece la unidad interior del alumno creyente”, y el hecho de que “brinde al alumno motivos para vivir, le ofrezca valores morales a los que adherirse y le indique caminos para orientar su comportamiento”.
Enseñar para evangelizar Por último, la enseñanza de la religión tiene también una evidente dimensión evangelizadora. “Siguiendo las orientaciones de Benedicto XVI, hemos de subrayar que la enseñanza religiosa, lejos de ser solamente una comunicación de datos fácticos, informativa, la verdad amante del Evangelio es creativa y capaz de cambiar la vida, es performativa. Por ello, esta materia no puede reducirse a un mero tratado de religión o de ciencias de la religión, como desean algunos; debe conservar su auténtica dimensión evangelizadora de transmisión y de testimonio de fe. Por ello, los profesores deben ser conscientes de que la enseñanza religiosa escolar ha de hacer presente en la escuela el saber científico, orgánico y estructurado de la fe, en igualdad académica con el resto de los demás saberes, haciendo posible el discernimiento de la cultura que se transmite en la escuela y respondiendo a los interrogantes de los alumnos, en especial a la gran pregunta sobre el sentido de la vida”.
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