Los estradenses ya le habían brindado a Don Manuel un homenaje en el año 2004, con motivo de su jubilación como cura párroco. Entonces también había visitado A Estrada el arzobispo de Santiago y más de cuatrocientas personas habían arropado al sacerdote, que prestó su nombre al Paseo Manuel Castiñeira. No siempre las calles tienen una denominación tan apropiada: el vial une A Estrada y Ouzande, las dos parroquias que atendió Don Manuel durante cuarenta años y el trayecto que tantas veces recorrió para misar.
Aquel homenaje festivo se transformó ayer en uno melancólico. El director de Cáritas Parroquial, Francisco Loimil, intervino en nombre de la parroquia al finalizar el funeral. Agradeció a Don Manuel su dedicación a la parroquia y destacó su doble faceta como hombre de fuertes convicciones religiosas pero a la vez preocupado por los problemas terrenales.
El agradecimiento fue la nota dominante en el acto. También el arzobispo insistió en la actitud generosa del párroco. «Si hay que decirle una palabra como despedida, esa es 'gracias'», señaló.
Al abandonar la iglesia, más de uno evitó en vano mantener el tipo y muchos acompañaron el féretro hasta el mismo camposanto de Ouzande. Allí, Don Manuel reposa según los cánones de la sepultura eclesiástica, al revés que el resto de los mortales. Los pies hacia fuera y la cabeza al frente, como pastor que fue de estradenses de todas las creencias.
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