viernes, 2 de octubre de 2009

Una enorme diferencia entre la Iglesia y el cine, los partidos políticos, los sindicatos... 02.10.09 | 09:46. Archivado en Iglesia española

Periódicamente sale alguno protestando de que el Estado le dé dinero a la Iglesia. Creo que conviene que nos detengamos un momento a pensar en ello.

En primer lugar hay que desmitificar al Estado. Que no es una entidad divina a la que tenemos que estar sometidos desde que nacemos y a su servicio. Porque es todo lo contrario. Una entidad humana que nosotros nos damos para que esté a nuestro servicio. Y que debe hacer lo que nosotros deseemos. Desaparecidas, afortunadamente, las monarquías de derecho divino es absurdo sustituirlas por un Estado de dercho divino, aunque curiosamente quienes lo sostienen no suelen creer en Dios, que nos tenga por vasallos a los que exprimir y sin derecho alguno o sólo con los derechos que ese Estado quiera reconocernos.

Dicho esto, una parte muy considerable de ciudadadnos, que no súbditos, desea que una porción mínima de sus impuestos el Estado la aplique a la Iglesia católica. Con una manifestación expresa y únicamente de sus propios impuestos. No de los de aquellos que no quieren que de los suyos se detraiga parte alguna para la Iglesia. Pues hay quien se escandaliza de ese respeto del Estado a la voluntad de muchos ciudadanos.

Sin embargo a esos escandalizados les parece muy bien que otra parte de los impuestos, muy superior a la que revierte a la Iglesia, se otorgue graciosamente a partidos políticos, sindicatos, el cine...

A mí me revienta que parte de mis impuestos se entregue al PSOE o al PP, a Comisiones Obreras o a UGT, a Almodóvar o a Amenábar... Pero como respeto a aquellos de mis conciudadanos que sean felices sosteniéndo con su dinero a esas asociaciones o personas creo que lo verdaderamente democrático sería preguntar a los contribuyentes, como se hace con la Iglesia católica, si quieren que un 0,7% de sus impuestos se entreguen a un partido político, un sindicato o el cine. Y que sea el resultante de esa voluntad expresa lo que percibieran unos y otros. Todo eso y nada más que eso.

¿A que no se atreven?

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