REGLAS PARA SENTIR CON LA IGLESIA
[352] PARA EL SENTIDO VERDADERO QUE EN LA IGLESIA MILITANTE DEBEMOS TENER, SE GUARDEN LAS REGLAS SIGUIENTES.
[353]
La primera. Depuesto todo juicio, debemos tener ánimo aparejado y pronto para
obedecer en todo a la vera esposa de Cristo nuestro Señor, que es la nuestra
santa madre Iglesia jerárquica.
[354]
La segunda. Alabar el confesar con sacerdote y el recibir del santísimo
sacramento una vez en el ańo, y mucho más en cada mes, y mucho mejor de ocho en
ocho días, con las condiciones requisitas y debidas.
[355]
La tercera. Alabar el oír misa a menudo; asimismo, cantos, salmos y largas
oraciones, en la iglesia y fuera de ella; asimismo, horas ordenadas a tiempo
destinado para todo oficio divino y para toda oración y todas horas canónicas.
[356]
La cuarta. Alabar mucho religiones, virginidad y continencia, y no tanto el
matrimonio como ninguna de estas.
[357] La
quinta. Alabar votos de religión, de obediencia, de pobreza, de castidad y de
otras perfecciones de supererogación; y es de advertir que, como el voto sea
cerca las cosas que se allegan a la perfección evangélica, en las cosas que se
alejan de ella no se debe hacer voto, así como de ser mercader o ser casado,
etc.
[358]
La sexta. Alabar reliquias de santos, haciendo veneración a ellas y oración a
ellos; alabando estaciones, peregrinaciones, indulgencias, perdonanzas, cruzadas
y candelas encendidas en las iglesias.
[359]
La séptima. Alabar constituciones cerca ayunos y abstinencias, así como de
cuaresmas, cuatro témporas, vigilias, viernes y sábado; asimismo, penitencias no
solamente internas, mas aun externas.
[360]
La octava. Alabar ornamentos y edificios de iglesias; asimismo, imágenes, y
venerarlas según que representan.
[361]
La nona. Alabar finalmente todos preceptos de la Iglesia, teniendo ánimo pronto
para buscar razones en su defensa, y en ninguna manera en su ofensa.
[362]
La décima. Debemos ser más prontos para abonar y alabar así constituciones,
recomendaciones, como costumbres de nuestros mayores, porque, dado que algunas
no sean o no fuesen tales, hablar contra ellas, quiere predicando en público,
quiere platicando delante del pueblo menudo, engendraría más murmuración y
escándalo que provecho; y así se indignaría el pueblo contra sus mayores, quiere
temporales, quiere espirituales. De manera que, así como hace dańo el hablar mal
en absencia de los mayores a la gente menuda, así puede hacer provecho hablar de
las malas costumbres a las mismas personas que pueden remediarlas.
[363]
La undécima. Alabar la doctrina positiva y escolástica, porque, así como es más
propio de los doctores positivos, así como de san Jerónimo, san Agustín y de san
Gregorio, etc., el mover los afectos para en todo amar y servir a Dios nuestro
Seńor, así es más propio de los escolásticos, así como de santo Tomás, san
Bonaventura y del Maestro de las Sentencias, etc., el definir o declarar para
nuestros tiempos de las cosas necesarias a la salud eterna, y para más impugnar
y declarar todos errores y todas falacias. Porque los doctores escolásticos,
como sean más modernos, no solamente se aprovechan de la vera inteligencia de la
Sagrada Escritura y de los positivos y santos doctores, mas aun, siendo ellos
iluminados y esclarecidos de la virtud divina, se ayudan de los concilios,
cánones y constituciones de nuestra santa madre Iglesia.
[364]
La duodécima. Debemos guardar en hacer comparaciones de los que somos vivos a
los bienaventurados pasados; que no poco se yerra en esto, es a saber, en decir:
Este sabe más que san Agustín, es otro o más que san Francisco, es otro san
Pablo en bondad, santidad, etc.
[365]
La terdécima. Debemos siempre tener, para en todo acertar, que lo blanco que yo
veo creer que es negro, si la Iglesia jerárquica así lo determina; creyendo que
entre Cristo nuestro Seńor, esposo, y la Iglesia, su esposa, es el mismo
espíritu que nos gobierna y rige para la salud de nuestras ánimas, porque por el
mismo Espíritu y seńor nuestro que dio los diez mandamientos es regida y
gobernada nuestra santa madre Iglesia.
[366]
La cuatuordécima. Dado que sea mucha verdad que ninguno se puede salvar sin ser
predestinado y sin tener fe y gracia, es mucho de advertir en el modo de hablar
y comunicar de todas ellas.
[367]
La décimaquinta. No debemos hablar mucho de la predestinación por vía de
costumbre; mas, si en alguna manera y algunas veces se hablare, así se hable que
el pueblo menudo no venga en error alguno, como algunas veces suele, diciendo:
si tengo de ser salvo o condenado, ya está determinado, y por mi bien hacer o
mal no puede ser ya otra cosa; y con esto entorpeciendo se descuidan en las
obras que conducen a la salud y provecho espiritual de sus ánimas.
[368]
La décimasexta. De la misma forma es de advertir que por mucho hablar de la fe y
con mucha intensión, sin alguna distinción y declaración, no se dé ocasión al
pueblo para que en el obrar sea torpe y perezoso, quier antes de la fe formada
en caridad o quiere después.
[369]
La décimaséptima. Asimismo, no debemos hablar tan largo, instando tanto en la
gracia, que se engendre veneno para quitar la libertad. De manera que de la fe y
gracia se puede hablar cuanto sea posible, mediante el auxilio divino, para
mayor alabanza de la su divina majestad; mas no por tal suerte ni por tales
modos, mayormente en nuestros tiempos tan peligrosos, que las obras y líbero
arbitrio reciban detrimento alguno, o por mucho se tengan.
[370]
La décimaoctava. Dado que sobre todo se ha de estimar el mucho servir a Dios
nuestro Seńor por puro amor, debemos mucho alabar el temor de la su divina
majestad; porque no solamente el temor filial es cosa pía y santísima, mas aun
el temor servil, donde otra cosa mejor o más útil el hombre no alcance, ayuda
mucho para salir del pecado mortal; y, salido, fácilmente viene al temor filial,
que es todo acepto y grato a Dios nuestro Seńor, por estar en uno con el amor
divino.
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