Las Parroquias de Mugardos, Franza, Mehá y San Juan de Piñeiro están situadas en el ayuntamiento de Mugardos. Las Cuatro pertenecen a la Archidiócesis de Santiago de Compostela. Comenzamos este Blog en la festividad de Nuestra Señora de La Merced. 24 de Septiembre de 2008. Que ella nos ayude a conseguir la verdadera libertad que nos trajo su Hijo. Esa verdad nos hará libres.
viernes, 17 de febrero de 2012
Arzobispo de Santiago :Carta Pastoral en la Cuaresma 2012
“Velar por Dios y velar por el hombre. Volver a Dios y volver al hombre”
Queridos diocesanos:
La Cuaresma “es un tiempo propicio para que, con la ayuda de la
Palabra de Dios y de los Sacramentos, renovemos nuestro camino de fe, tanto
personal como comunitaria”1, y respondamos a la llamada a la conversión que
exige conformarnos con Cristo “que se entregó por nosotros como oblación y
víctima de suave aroma” (Ef 5,2), despojarnos del hombre viejo con sus obras, y
revestirnos del Hombre Nuevo, Cristo, que lo es todo en todos (cf. Col 3,10-11).
La liturgia cuaresmal nos ayuda a recordar “al hombre tal como ha sido querido
por Dios, tal como Él lo ha elegido eternamente, llamado, destinado a la gracia
y a la gloria”2.
“Pues bien -oráculo del Señor-, convertíos a mi de todo corazón”
(Jl 2,12). La conversión recupera al hombre para la salvación y la santidad en la
experiencia de la relación personal con Dios, sabiendo que sólo alcanzaremos
esa conciencia humilde en la medida en que nuestra oración nos abre al
conocimiento de la voluntad de Dios y nos da fuerza para cumplirla. En este
sentido urge revitalizar nuestro bautismo, comprobando si las promesas
bautismales tienen incidencia en nuestra vida. Nuestro drama como cristianos
es terminar viviendo como quienes han renunciado a la santidad bautismal. La
conversión y la santificación real son siempre un don gratuito de la iniciativa
divina para lograr el encuentro personal de cada hombre con Cristo.
“En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios”
(2Cor 5,20). Necesitamos ser redimidos y reconciliados por Dios que ha de ser el
origen y la meta, el sentido y la explicación última de nuestra existencia. Es una
ofuscación espiritual no ser conscientes, tal vez adormecidos en la tibieza, de
que debemos conformarnos a la voluntad de Dios, haciéndonos a la idea de que
a lo sumo nos basta con el estricto cumplimiento de la abstinencia y del ayuno
que la Iglesia nos indica, y manteniéndonos en la honradez convencional ante
los demás. Los criterios de ver las cosas como los hombres y no como Dios nos
hacen pensar que una actitud penitencial y la negación real de uno mismo no se
adecuan a la condición humana.
La Cuaresma nos ofrece la oportunidad de profundizar en la
importancia de la Palabra de Dios, del ayuno y de la caridad para asumir
nuestro compromiso cristiano. La lectura de la Sagrada Escritura es un camino
privilegiado para ahondar en nuestra relación con Dios pues la luz de su
Palabra nos ayuda a hacer una lectura creyente de la realidad. Así lo
contemplamos en nuestro plan pastoral diocesano. Es necesario familiarizarse
con la Biblia sabiendo que como escribe san Juan Crisóstomo, “ningún acto de
virtud puede ser grande si de él no se sigue también provecho para los otros...
Así pues, por más que te pases el día en ayunas, por más que duermas sobre el
duro suelo, y comas ceniza, y suspires continuamente, si no haces bien a otros,
no haces nada grande”.
El ayuno es siempre importante para crecer en la libertad donde
percibimos que es más feliz el que más da, porque “hay mayor alegría en dar
que en recibir” (Hch 20,35), imitando el amor gratuito de Dios. El ayuno que
Dios quiere es compartir nuestro pan con el hambriento, ayudando a tantas
personas que están reclamando nuestra solidaridad, no sólo con lo que nos
sobra sino incluso con lo que necesitamos; acompañar a los que están enfermos
en su cuerpo o en su espíritu; y denunciar toda injusticia. Nuestro ayuno como
gesto profético y acción eficaz, cobra sentido para que otros no ayunen a la
fuerza, y acredita nuestro mensaje evangélico. “Las Sagradas Escrituras y toda
la tradición cristiana enseñan que el ayuno es una gran ayuda para evitar el
pecado y todo lo que induce a él (…). Puesto que el pecado y sus consecuencias
nos oprimen a todos, el ayuno se nos ofrece como un medio para recuperar la
amistad con el Señor”3.
La caridad, “corazón de la vida cristiana”, es signo de la
conversión cristiana. Nos lleva a “fijar la mirada en el otro, ante todo en Jesús, y
a estar atentos los unos a los otros, a no mostrarse extraños, indiferentes a la
suerte de los hermanos. Sin embargo, con frecuencia prevalece la actitud
contraria: la indiferencia o el desinterés, que nacen del egoísmo, encubierto bajo
la apariencia del respeto por la «esfera privada”4. Nuestra conversión no
consiste en adquirir la perfección en solitario y por nuestra cuenta, sino en ser
mejores hijos de Dios, mejores hermanos y amigos, en particular de quienes
sufren y esperan nuestra ayuda. “El gran mandamiento del amor al prójimo
exige y urge a tomar conciencia de que tenemos una responsabilidad respecto a
quien, como yo, es criatura e hijo de Dios: el hecho de ser hermanos en
humanidad y, en muchos casos, también en la fe, debe llevarnos a ver en el otro
a un verdadero alter ego, a quien el Señor ama infinitamente”5. Por eso la
caridad en cualquier tiempo y circunstancia es para el cristiano una virtud sin
sustituciones posibles por muy piadosas que tales sustituciones se nos antojen o
por muy razonadas que nos las presente una moral naturalista o una casuística
minimizante. “Llevad los unos las cargas de los otros y así cumpliréis la ley de
Cristo” (Gal 6,2), glorificando al Padre que está en los cielos (cf. Mt 5,16), y
dejando que Cristo esté en nuestro corazón y dinamice la historia.
Que en oración con María, la Cuaresma sea un camino de
esperanza, al disponernos a celebrar la mayor fiesta del año, la Pascua, que trae
la alegría que nunca termina: Jesús está vivo y nos ha reconciliado. Haciendo
este itinerario con vosotros, os saluda con todo afecto y bendice en el Señor,
+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela
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